Los 33 escalones del secreto masones

Publicado el 28 de mayo de 2025, 12:08

Los grados de la masonería: el camino oculto del alma

Durante siglos, los templos de piedra, las columnas dobles y los mandiles blancos han generado una mezcla de respeto, miedo y fascinación. Muchos han oído hablar de la masonería, pero pocos comprenden su estructura interna. Más allá del mito, existen niveles muy reales, simbólicos y profundamente espirituales. Se les conoce como grados. Y cada uno representa un paso en un camino secreto que no todos están destinados a recorrer.

En la masonería, cada grado tiene un significado profundo. No se trata de simples rangos ni títulos, sino de una transformación interna. El iniciado que entra en una logia no es el mismo que sale tras subir de nivel. Porque cada grado masónico está diseñado para pulir la piedra bruta que todos llevamos dentro.

La estructura de la masonería está compuesta por diferentes ritos, siendo los más conocidos el Rito Escocés Antiguo y Aceptado y el Rito de York. Ambos contienen sus propias jerarquías, pero en esencia, comparten un núcleo común: los tres primeros grados, conocidos como los grados simbólicos.

El primero es el Aprendiz Masón. En este nivel, el iniciado comienza su viaje con humildad, aprendiendo a observar, a escuchar y a trabajar en silencio. Es el grado del despertar, donde la oscuridad del mundo exterior empieza a disiparse ante la luz interior.

Luego viene el Compañero Masón. Aquí, el iniciado ya ha comenzado a entender los símbolos y los rituales. Explora el lenguaje oculto de la geometría, la ciencia, la filosofía y la historia. En este grado, el masón empieza a comprender que el verdadero templo a construir no está hecho de piedra… sino de sabiduría.

El tercer grado es el de Maestro Masón. Este grado es un umbral. Representa la muerte simbólica y la posterior resurrección. El iniciado participa en un ritual en el que se dramatiza la muerte del legendario arquitecto Hiram Abif, un símbolo del sacrificio, del conocimiento perdido y del renacimiento espiritual. Solo quien pasa por esta experiencia puede llamarse realmente masón.

Hasta aquí, podríamos decir que la mayoría de los masones permanecen en estos tres primeros grados. Pero para aquellos que desean profundizar más en los secretos del universo, existen los llamados grados superiores. Aquí es donde la masonería se vuelve aún más enigmática.

El Rito Escocés Antiguo y Aceptado, uno de los más extendidos en el mundo, contiene un total de 33 grados. Cada uno guarda enseñanzas únicas, símbolos ocultos y rituales que solo los iniciados pueden comprender.

Por ejemplo, el grado 9, conocido como Maestro Elegido de los Nueve, nos habla de justicia, venganza simbólica y búsqueda de la verdad. El grado 18, Caballero Rosa Cruz, combina elementos cristianos, alquímicos y místicos, invitando al masón a contemplar los misterios de la redención espiritual. El grado 30, Caballero Kadosh, está relacionado con la lucha interna, el juicio de los tiranos y la búsqueda de pureza moral.

Y luego está el grado 33, el más alto. Soberano Gran Inspector General. Muchos creen que es un grado puramente honorífico, otorgado a masones destacados por su servicio. Otros aseguran que en él se revelan los secretos más antiguos del mundo. Desde teorías conspirativas que lo conectan con los Illuminati, hasta leyendas que lo asocian con el verdadero conocimiento perdido de civilizaciones antiguas. ¿Quién puede saber la verdad? Como todo en la masonería, el grado 33 está cubierto por un velo. Un velo que solo se levanta para quien está preparado.

Dentro de esta estructura jerárquica, también se incluyen grados como el de Caballero del Sol, Príncipe del Tabernáculo, Gran Pontífice, y otros muchos que se despliegan como capítulos de un libro oculto. Cada uno, un peldaño en la gran escalera simbólica que conecta el mundo material con el espiritual.

Y aunque pueda parecer que se trata de una organización secreta o elitista, la realidad es otra. La masonería no impone, no recluta, no obliga. Simplemente ofrece un camino. Quien siente el llamado, lo sigue. Quien no, sigue su vida como siempre. Pero quien entra, raramente vuelve a mirar el mundo de la misma manera.

Porque la masonería, en su esencia más pura, no es una sociedad secreta, sino una escuela del alma. No enseña a dominar a otros, sino a dominarse a uno mismo. No busca seguidores, sino constructores. Constructores del templo interior.

A lo largo de la historia, muchos grandes personajes han formado parte de esta hermandad: científicos, filósofos, revolucionarios, artistas, reyes y guerreros. Pero no por poder o fama, sino porque encontraron en la masonería una estructura simbólica que les permitió conocerse a sí mismos y desarrollar su potencial más elevado.

Hoy, ese camino sigue abierto. Aunque los rituales han evolucionado, aunque los símbolos han sido reinterpretados, la esencia permanece. Los ritos masónicos continúan transmitiendo una sabiduría ancestral que trasciende fronteras, religiones y sistemas políticos.

En Latinoamérica, en España, en Estados Unidos y en todo el mundo, las logias siguen trabajando en silencio. En sus templos, los masones debaten, estudian, meditan y crecen. Siguen el legado de aquellos que vinieron antes y preparan el camino para los que vendrán después.

Si has llegado hasta aquí, no es casualidad. Quizás este texto ha despertado algo que dormía en ti. Una inquietud. Una pregunta. Una memoria antigua. Tal vez tú también estés destinado a recorrer el sendero oculto de los grados masones.

En La Hermandad de la Brújula Dorada, te abrimos la puerta para explorar estas enseñanzas, para conectar con otros buscadores, y para continuar este viaje iniciático desde lo simbólico, lo histórico y lo espiritual.

Porque en cada grado, hay una historia. En cada símbolo, una clave. Y en cada iniciado… una chispa que espera ser encendida.


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